domingo, agosto 30, 2009

Miuzic!!


Escribir es también hacer música.

En estos días leí "Perros Héroes" de Mario Bellatín y encontré cierta música. Pero también encontré ripios.

Música: capítulos cortos a la manera de Agota Kristoff. Otra vez una narración en presente que otorga al relato cierta urgencia de cosa recién ocurrida. Cierta rapidez de semifusas. (?)

Ripios: Si uno escribe corto, creo, no se puede ser muy redundante. Sin embargo encontré repeticiones innecesarias y un cierto descuido en el lenguaje. Me encontré a mi misma corrigiendo. Taché en dos o tres oportunidades palabras que estaban demás. Repeticiones que no eran música, sino descuidos, como un viejo tocadiscos cuya aguja se queda pegada en surco o peor. No como Thomas Bernhard con su estilo repetitivo extremo y muy apropósito. Música, sin lugar a dudas, Bernhard.

Sin embargo, Mario Bellatín es un autor de moda, de ruptura, de instalaciones y demás. Y la verdad es que si: en un sentido "Perros Héroes" se siente cierta ruptura. Aunque la verdad, yo siempre dudo si se debe hablar de "rupturas" luego del Quijote, pero bue ...

En otro sentido, tenía demasiadas coincidencias estilísticas (y otras cuantas de contenido) con la trilogía de Agota Krsitof, escrita a mediados de los 90 del siglo pasado. Es más, se me confunde una escena de un niño en el hospital que recibe un álbum de perros heroicos con otro niño en un hospital que mira cada sábado como todos los niños son visitados por sus padres menos él.

A pesar de todo, a mi me gustó "Perros Héroes" por su historia y su ironía. Una metáfora del futuro de América Latina.


(Estoy desempolvando viejos post no publicados antes en los que no hago más que hablar paja sin profundizar en nada, porque este verano me tiene súper ocupada y casi no he podido dedicarme a este blog. A mis cuatro lectores, mis disculpas)

lunes, agosto 17, 2009

De la madre



A mí, particularmente, no me gusta para nada la psicología y sus explicaciones del mundo. Cosas que parecen traídas de los pelos como, por ejemplo, que si un niño se hace pipí en la cama, tiene problemas fálicos o algo por el estilo. Siempre recuerdo una mañana que mi hermana amaneció nadando en un charquito amarillo (cuídate de la nieve amarilla, diría Zappa) y dijo que había soñado con un baño precioso y pasó por lo menos 15 minutos describiéndolo. Yo la escuchaba embelezada. Mi hermana se hizo pipí en la cama a sus 6 o 7 años porque tenía ganas de hacer pipí y había soñado con un baño tan bello que bien merecía la meada. Ese sueño representaba su necesidad del momento, diría otra rama de la psicología, tal vez sea esa la psicología que prefiero. Sea como fuere, evito leer artículos muy psicológicos porque no me gustan y porque yo soy de las que cuando lee algún manual de medicina voy sintiendo todos los síntomas de la enfermedad y cuando leo un artículo de psicología voy enloqueciendo paulatinamente.

Cuando era niña leí con minuciosidad una enciclopedia de medicina familiar que había en mi casa y llegué a la conclusión de que yo era maniaco-depresiva, y además sufría de una versión incurable de la enfermedad del sueño, esa trasmitida por la mosca tze-tze. Me imaginaba que en alguna de mis correrías por el jardín –en momentos en que la maniacodepresivez me llevaba a la euforia- se me había acercado una mosca de esas, verde y gorda, que emitía un "tze-tze-tze-tze" continuo y me había inyectado su veneno a través de una picada microscópica que casi no pude ver en mi piel. Pero de los síntomas de la enfermedad si que sabía: una perpetua flojera, unas ganas de quedarme suspendida en un columpio movido por el aire por horas sin que ninguna parte de mi cuerpo se moviese. Y, además, ese ir de la risa al llanto con una facilidad pasmosa. Así, maniaco-depresiva y con la enfermedad del sueño atravesé también mi adolescencia y ahora esta "adultez". En síntesis, que todavía no se me han pasado las enfermedades que me contagio ese libro, por eso no quiero leer nada que tenga que ver con los procesos mórbidos del cuerpo o del espíritu.

Pero por más que evite esta clase de libros, sus palabras a veces vienen escondidas en otros tipos de envases. El huso, por más que el rey lo esconda, termina puyando a la princesa. Así fue como en algún blog u otro sitio de internet, me encontré con esta cita de Freud:

"El matrimonio mismo no queda garantizado hasta que la mujer no ha conseguido hacer de su hijo su marido y actuar con él como su madre"

Qué pesadilla. Recordé de inmediato a algunas parejas viejas en las que la mujer es una madre abnegada y el esposo un hijo cómodo y juguetón. O, peor, otras parejas viejas en las que la mujer es una madre regañona y el marido un hijo distraído y travieso. Un frío me recorrió todo el cuerpo, a pesar de este verano extra caliente, y cerré la página en la que leí tan nefasta frase, me desconecté de internet, apagué la computadora, la desenchufé y bien hubiese querido desarmarla y meterla en una caja, pero no hay que exagerar.

Entonces caminé hasta mi cuarto y vi a mi marido echado en la cama, mirando en la tele una serie cómica, muerto de la risa. Y me dije a mi misma: maniaco-depresiva, con la enfermedad del sueño y ahora madre de mi marido, es demasiado. Así que lo vi con mala cara y le grité:

- No quiero ser tu madre!

El pobre no entendía nada, me miraba y me miraba como diciendo "¿y quien quiere que seas mi madre?". Contestando a su mirada, añadí:

- Es que Freud dice ...
- Ah! No, no, no! Freud a esta hora no, por favor...
- ... que el matrimonio sólo queda garantizado...
- ... que ya está a punto de comenzar "Avatar" ...
- cuando la mujer consigue ser la madre de su esposo ...
- ¿Qué?
- Ser tu madre...
- Bueno, con tal de que me des a luz frecuentemente ...
- ...

martes, agosto 11, 2009

Volver a Piglia



Estoy releyendo a Piglia.

El verbo "releer" suena muy mal, porque es como si uno ya se hubiese leído todos los libros del planeta y ahora se dedicase a "releer" algunos muy selectos. Y la verdad es que yo no he leído tantos como para darme el lujo de "releer" ninguno. En lugar de eso, debería ponerme a leer por primera vez (y tal vez única) algunas obras claves de la literatura universal, en lugar de pretenciosamente "releer" a Piglia.

No diré "releer", pues, que yo no estoy para "releer" ni una receta de cocina.

Entonces digo: he vuelto a leer a Piglia.

Y he recordado por qué en una época dedique tanta fuerza, horas, cafés y cigarros (fumaba, en ese entonces) a escribir una tesis sobre él. Una tesis que me parece sumamente infantil y pretenciosa y de la que no recuerdo haber escrito ni una palabra. La (h)ojeé en estos días y me pareció escrita por una extraña. Así como cuando de pronto, y de puro ocio, nos ponemos a revisar los números de teléfonos en la memoria del celular y encontramos nombres totalmente desconocidos. Pero, ¿quiénes son estos? ¿Cómo los conocí? ¿Cuándo siquiera escribí sus nombres y números en mi teléfono? A mí me suele pasar. Todavía tengo un "David E." que no logro identificar. Años mirando su teléfono y su nombre sin poder saber ni dónde ni cómo.

Así, en ese estado de memoria, mi tesis me parece escrita por una extraña y disfruto de Piglia como la primera vez.

Prisión perpetua es una obra maestra de la literatura universal. Después de que la vuelva a leer, la volveré a leer, la volveré a leer, la volveré a leer.

Piglia es un teórico de la ficción, de la pasión pura del relato. Contar, para él, es como una especie de actividad metastásica en la que una historia lleva a otra y a otra. Una historia produce otras historias. Los motivos se agrupan y reagrupan de forma aleatoria, se reproducen aunque nunca llegan a ser los mismos del todo, se conectan y desconectan. Prisión perpetua es una especie de laboratorio de la ficción. La ficción claustrofóbica.

Es el trabajo meticuloso de la forma lo que me convierte nuevamente en fan de Piglia: ese tejido fino que hay detrás de un libro lleno de pequeñas anécdotas, microcuentos que se van conectando, voces escuchadas de lejos, a veces distorsionadas. La maravilla de la composición aleatoria, en la que un motivo va reapareciendo en historias sucesivas, pero disímiles. Porque la literatura no es sólo contar, no es sólo la frase corta y el despojo como piensan algunos, es también un juego con la musicalidad, la repetición, el azar y el orden de la anécdota y de las palabras. Narrar es también hacer música.

Vayan, mis queridos cuatro lectores, a leer o a releer o a leer nuevamente a Piglia.

No se puede comprender la literatura contemporánea en español sin Piglia. La verdadera literatura, digo. No la información ni la imitación bien escrita que no paran de publicar las grandes editoriales.

Después de leer tanta cosa mala promocionada como "audacia narrativa" o tanta narración de frase corta y poco adjetivo imitando un estilo norteamericano sin tomar en cuenta la lengua en la que se escribe (lo que en inglés suena contundente, en español suena a carencia), después de tener que abandonar tanto libro malo por la mitad, vuelvo a Piglia.

La ilustración es de Mark Weaber